Archivos para diciembre, 2021

Cada día que pasa, cada año, cada década, estoy más convencido de que al nacimiento de la Música del siglo XXI no vamos a asistir ninguno de los nacidos en el siglo XX o sólo los nacidos en su última década. Quizá sea lo mejor, viendo cómo se han desarrollado estas dos primeras décadas del postsiglo XX, no verlo.

Lo que hoy se crea musicalmente de cierta enjundia no es otra cosa que un remanente del siglo pasado, el resto es símplemente producto de basurero que surge lógica e inexorablemente por el hecho de estar dando auténticos palos de ciego, intentando hacer vanguardia con los principios calcados de los años 60 y 70 del siglo XX, con el barniz espurio de la era «hipertecnológica» y la filosofía de la adaptación sistemática que intenta la simultaneidad con los acontecimientos sociales que se van sucediendo sin apenas variación en nada salvo en la sofisticación de la tecnología electro-Doméstica de la alienación, donde el credo de las transnacionales de la tecnología de la Inteligencia Artificial va marcando la pauta en estrecha relación a los activos especulativos de la cotización económica del sector.

Estos días de vacaciones dedico cierto tiempo a leer y escudriñar textos y artículos sobre las últimas tendencias académicas vanguardistas en Alemania o Austria, y la sensación de tristeza y desconsuelo con la que acabo es inconmensurable, no se vislumbra otra cosa (con la perspectiva que puede aportarme el hecho de llevar ahora casi cuatro años desvinculado del academicismo) que la historia no solo ha degenerado, a la misma o más velocidad que lo está haciendo la sociedad, sino que se ha enfatizado aún más el bucle de autosatisfacción onanista individual que repite una y otra vez formulaciones ya saturadas desde hace décadas. Es absolutamente lamentable y descorazonador.

Sobre los neotonalismos absurdos y el «naifismo» imperante del minimalismo más cutre prefiero ni opinar. En cuanto a la producción de la Industria Popular ni la contemplo porque evidentemente está fuera del concepto de Música, por lo que aquí no pinta absolutamente nada, salvo quizá como soma para aficionados y analfabetos del sentir, y para la especulación bursátil, por supuesto, un nicho de mercado trascendental. Aunque he de reconocer que este último es un submundo en el que algunos nos vemos obligados a aventuramos de vez en cuando para conseguir algo de calderilla destinada (cuando se consigue) a proyectos propios, una especie de «hacer la calle» necesario hoy en día, donde el dinero fluye con cierta asequibilidad, el problema es que las esquinas donde ejercer hoy padecen overbooking de oferta de fauna indistiguible, deforme y desdentada, auténtico lumpen del discernimiento, por lo que se hace extremadamente difícil mantenerse ahí mucho tiempo sin enfermar de gravedad.

Hoy 28 de diciembre todo el panorama parece una inocentada grotesca y de mal gusto, pero no lo es, simplemente es una realidad palpable en la que se trabaja ciegamente en los centros académicos de esos países autoerigidos en vanguardias indiscutibles del mundo sinfónico.

Esto lo escribí hace unos meses «por intuición» cuando hablaba con algunos compañeros, hoy lo he comprobado in situ. Desolador. Aunque también he de ser honesto y reconocer que otros campos del Arte, viendo lo que he visto recientemente, están exponencialmente peor, pero eso al parecer en esos gremios no despierta la más mínima preocupación, lo que es bastante sintomático de qué tipo de gentes lo conforman.

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Cuánto más sabes, más sabes que no sabes lo suficiente. Cuánto menos sabes, menos sabes que no sabes absolutamente nada.

Sólo el ignorante da la impresión de tener una fe inquebrantable en sus posibilidades, sólo el imbécil irredimible además se atreve con todo.

Cuando se carece de cualquier atisbo epistemológico sobre una materia más tiene el idiota la sensación de la asequibilidad de esa materia. Cuando se posee un profundo conocimiento en esa materia mayor conciencia se tiene de lo inconmensurable de esa materia.

El sabio intenta ser siempre cauto. El idiota, cuanto más lo es, de forma más temeraria actúa y menos se cohibe a la hora de demostrar al mundo esa temeridad.

La confianza en uno mismo la aporta el conocimiento, la fe en uno mismo emana de la necedad más lamentable.

El conocimiento aporta alternativas, la estupidez huidas hacia adelante. El conocimiento analiza las dificultades y respeta lo que hace, el imbécil no respeta nada y cree que con fe en sí mismo todo se puede conseguir.

El discernimiento se plantea y alcanza objetivos lógicos, la idiotez intenta metas imposibles y cuando no consigue ninguna siempre utiliza la excusa de haberlo intentado.

El sabio distingue al idiota a la legua pero no puede pararle, el idiota no reconoce a un sabio ni aunque viva con él y no se plantea pararle porque siempre se percibe por delante. Al idiota sólo es capaz de pararle la realidad en la que no ha vivido nunca.El sabio duda, es siempre prudente. El idiota solo simula que es capaz de hacerlo cuando necesita camuflarse.

El sabio vive de mostrar y compartir conocimientos, los da sin esperar otra cosa a cambio que cierta gratitud. El idiota escucha al sabio y se adosa a él como un parásito, cuando cree que ha saciado lo que necesitaba de él lo muestra como propio y se adueña de ello distorsionándolo hasta la extrema idiotez porque no ha entendido absolutamente nada y lo ha debido traducir a su lamentable condición.

El sabio yerra infinidad de veces, el idiota gira en torno a la idiotez sistemática, todo lo que vive, ve o hace lo hace en torno ella como única referencia einterpretación. El sabio adora el retiro y el silencio, el idiota invade el espacio ajeno reclamando atención constantemente y busca reconocimiento de sus idoteces con la misma perseverancia e insistencia que los buscadores de oro.

El sabio habla solo de lo que sabe y argumenta desde el conocimiento y la experiencia, habla desde la razón. El idiota opina indistintamente basándose en lo que cree que ha intuido, entendido o guiándose exclusivamente por sus sentimientos, habla desde la Fe.

El sabio estudia concienzudamente, investiga y analiza, y una vez interiorizado todo, intenta crear. Al idiota se le ocurren cosas constantemente o simplemente imita por instinto, pero tiene la certeza de siempre estar creando.

Cuánto más consagras tu vida al estudio más poder de discernimiento y fuerza muestras en un entorno de conocimiento, pero tu vulnerabilidad aumenta exponencialmente en un mundo de imbéciles.

El conocimiento es la liebre y el sabio es la tortuga, en el cuento del idiota los papeles se invierten.

Estos son los argumentos más sólidos como para que en un futuro cercano la «inteligencia» pueda fabricarse en plantas de ensamblado.

Cuando la Música…

Publicado: diciembre 26, 2021 en Formación Musical

Hace no mucho tiempo, cuando la Música era un Arte y no una broma terapéutica ridícula y homeopática siempre asequible para frustrados, un producto industrial de consumo al por mayor para analfabetos, o un mercadillo de intercambio de favores entre psicópatas, hablar del Maestro o los Maestros con los que te habías formado era un orgullo, enumerar los Conservatorios por los que habías pasado durante tu década y media de formación una rememoración de méritos académicos, componer obras de encargo era una verdadera pasión y todo un reto hacia ti mismo, y el día del estreno… el día del estreno era magia en el estado más puro que podía experimentarse.

Hoy algo lejanamente parecido a todo aquello del Arte existe, pero está tan muerto, deformado y corroído por todo en lo que se ha convertido, que se hace extremadamente difícil describir todas aquellas sensaciones, de una forma elocuente, como para que tu interlocutor pueda hacerse una remota idea de lo que uno ha llegado a vivir y de lo que él está viviendo ahora realmente.

Que las leyes de la especulación mercantil y financiera hayan dado rienda suelta a la osadía de los aficionados estultos poniéndolos a la misma altura (o muy por encima a veces) de los verdaderos profesionales formados que se han visto obligados a ceder y rebajarse hasta la infamia para poder sobrevivir acorde a lo que un auditorio, estacionado en el cretinismo crónico, demanda al dictado transnacional, es uno de los fundamentos de la decrepitud intelectual y epistemológica de esta era de la idiotez irrespirable. Claro, cuando hablo de interlocutor me refiero a un profesional recién salido del academicismo o a un estudiante avanzado, al aficionado, máxime en un lugar como este país, simplemente ni me paro a darle lo buenos días.

1994, mi debut profesional como sinfónico, ha llovido… Por suerte los míos que asitieron aún lo recuerdan y no necesitan explicaciones.