Los días van cayendo como lágrimas,
el cuerpo va cediendo sus últimos territorios,
va capitulando y acurrucándose.
Las horas en el aire copan todo el tiempo
aún sintiendo que los lugares que detestas
te empujan como si fueras carne de catapulta,
pero, ¡pesan tanto los pulmones vacíos de horizonte!
Los días siguen descolgándose por la barbilla
y aunque lo tienes todo, nunca hay paz,
ni para ti, ni para nadie, y esto es lo malo realmente,
y te continúas acurrucando en espiral,
levantas la cabeza, te asomas, e inspiras fuerte,
pero el horizonte sigue allí y los pies bajo tierra,
en un terreno duro, estéril y arrasado.
Los días pasan, siguen cayendo inconsolables
y llegan las noches y te preparas
para que el siguiente día vuelva a humedecer tus ojos,
y el horizonte se disipa otra vez, se escapa,
los pulmones vuelven a vaciarse y caes de nuevo,
es realmente difícil dar esto a quienes amas,
pero los días siguen cayendo al suelo desde mi cara.
Blanca y con ojeras como la de un muerto.
Lo siento, de verdad…