Cuando uno necesita energía para sus quehaceres, cuando ésta desde siempre ha estado en directa proporción con la ilusión, y a su vez, la misma se ha mantenido en inversa proporción al conocimiento y la experiencia, a veces acudir al “dónde” no es suficiente, por lo que se hace del todo necesario hacer una visita real al “cuándo”. Esta peregrinación se hace posible en un estado de absoluta comunión contigo mismo, cuando tu Euterpe a la vez de tu fuente de inspiración se convierte en tu mecenas.
Acudir al “dónde” implica presente y es justo en el presente donde ya no eres aquella persona carente del suficiente conocimiento y experiencia que alimenta la ilusión con manguera, hoy esa ilusión ajada y embarrada necesita otro tipo de alimento, como los niños, requiere del engaño mediante mentiras piadosas para que se acabe todo el puré de verduras. Normalmente se recurre al alcohol o los psicotrópicos con los que las farmacéuticas hacen su agosto en esta era anfetozoica, sin embargo, para aquellos a los que nos gusta vivir y detestamos la carencia de salud, física al menos, la psíquica a estas alturas y en esta coyuntura social nos importa bastante poco, acudimos, yo al menos, al “cuándo”, teniendo en cuenta que ese “cuándo” reside aún en un “dónde”.
Por otro lado, ese “cuándo”, además de requerir un “dónde” real, necesita de ciertos aditamentos para acceder a él sin hacer peligrar la salud física, aunque tambalee la psíquica, que es lo que hoy identifico como “recarga de ilusión”, las psudociencias aportan ese espejismo perfecto para estos casos, sugestionarse y creer que las energías emanadas en aquel «cuándo» permanecen en el susodicho «dónde» para siempre, imprescindible a todas luces se hace una cuidada buena banda sonora acorde al “cuándo” que te aísle por completo del “dónde” y su presente, combinado a su vez con una paso lento, calmado, relajado y una respiración profunda, una cerveza (necesaria siempre ya que el sentido del gusto debe contextualizarse también), y un sincero y pueril viaje extracorpóreo, siempre desde la consciencia más absoluta (no es buen plan terminar siendo atropellado por un camión o un abuelo con andador), recorriendo esos “dónde” puntuales, extrapolados, en ese estado de paz espiritual, a ese “cuándo” para reencontrar la energía remanente de aquel que una vez estuvo allí rebosante de ganas, ilusión, fuerza y determinación – en desear con su alma lo que hoy eres, por lo que lamentablemente ha tenido que pagar un alto precio al verse obligado a deshacerse de todo aquello que le hizo convertirte en tu hoy, en tu “dónde” y tu “cuándo” presente – con el único fin de situarte en el plano espacio-temporal en el que estuvo y succionar con fuerza aquella energía remanente que allí quedó como fuente de eterna juventud a la que acudir cuando no encuentras con que avituallarte.
Desear con todas tus fuerzas encontrarle, un momento y decirle “tío, de verdad, lo has hecho bien” pero advertirle de que no debe apartarse ni por un momento de lo que su instinto le susurra, sin desviarse, sin dudar, pero respirando más profundo, con más calma, con menos frustraciones fugaces, sin dar tantas vueltas alrededor de calles cortadas y falsas nocivas amistades a veces, mostrando atajos acordes a sus principios, con el fin de salvaguardar parte de esa energía, ilusión y fe en sí mismo. Parasitar, en definitiva, un poco de aquel yo del “cuándo” para alimentar al yo del “dónde”.
La visita, la excursión, el encuentro con el “cuándo” en el “dónde” se debe realizar en completa soledad, es una experiencia extremadamente personal, te zambulles en un estado de paz, de vulnerabilidad, de sinceridad, de desconexión absoluta con el hoy demasiado «peligroso», la permanente sonrisa y el brillo de los ojos mezclados con la intensa fatiga de los kilómetros recorridos en el tour anacrónico son muy difíciles de explicar y mucho más de entender por muchas personas, de hecho, aquellas que comparten la energía del “cuándo” hoy poseen sus particulares “dónde”, no son lo que eran, empezando porque tú eres el resultado de lo que eras, ni de lejos lo que eras, por eso has vuelto, a buscar tu esencia, tu origen, ese exceso es lo que te hace impuro y cierra las puertas del auténtico “cuándo”, por todo esto, lo único que pueden aportar son interferencias en la absorción de esa energía vital que hoy necesitas, este es un ejercicio de egoísmo paroxista ya que precisas toda esa energía solo para ti.
En las fotos aparece el “dónde” un lugar muy común, extremadamente quizá, de la periferia, intrascendente para la mayoría, no es un gran centro turístico mundial, parecerá incomprensible, pero para mí, es el epicentro de mi “cuándo”, ese “cuándo” es solo para mi, no necesito que nadie lo entienda, solo necesito tenerlo yo, guardarlo y retroalimentarme de él, hasta que se agote y quien sabe, dentro de un año, deba realizar una nueva peregrinación, pero por ahora voy bien.